Nacieron en el Village de Nueva York hace más de 40 años. Llegaron a la Argentina a mediados de los 80 y fueron adoptados por jóvenes ejecutivos y profesionales. Más baratos que los departamentos y con mayores posibilidades de adaptación, los lofts se constituyeron en todo un símbolo de status y buen vivir.
Si algo caracteriza al argentino es su facilidad de emular estilos y modas de otros países. Sin siquiera analizar por qué se generaron a cientos de kilómetros o pensar si aquí serían viables, los argentinos -por ahora, sólo una porción de los porteños- se apropiaron de lo que fue un modo de vida en la Nueva York de la década del 50, el loft (si los llamaran depósitos o galpón, tal su traducción literal, a muchos dejaría de resultarles tan atractivo seguramente).
Para rastrear sus orígenes hay que pensar en los intelectuales y artistas "underground", que fueron afiancándose en viejos almacenes y depósitos, ya sin uso, del Soho y del Village neoyorkino para transformarlos en sus estudios-vivienda, al modo de los ateliers de la vieja bohemia parisiense. Eran gente sin demasiados medios económicos y con una imperiosa necesidad de espacio y de luz que, apoyada por préstamos bancarios blandos de interesantes condiciones, no sólo encontraban dónde vivir y trabajar sino que además evitaba que se demolieran -como se usaba por entonces- excelentes edificaciones.
En la Argentina el boom de los lofts hizo eclosión entre 1986 y 1990. Esos extraños depósitos llamaron la atención de cierta clase de poder adquisitivo alto, los directores los incluyeron en películas de alto voltaje erótico como fue "Nueve semanas y media" y la moda terminó de imponerlos como un estilo original y diferente de vivir.
El loft hoy es adquirido por gente que tiene entre 25 y 40 años, que en general vive sola y que posee un interesante nivel socioeconómico . "Algunos prefieren dejarlos casi pelados, como se los entregan, otros, le ponen de todo. Sauna, gimnasio, sala de audio y video, hidromasaje, estudios de diseño, costura... un sinfín de posibilidades en un espacio que adaptan a sus intereses".
Sin embargo, Osvaldo Giesso, uno de los pioneros del loft y el reciclaje en Buenos Aires, y conocedor de la realidad social porteña, niega que esta forma de vida sea sólo para gente media alta y alta. "A mí me vienen a ver escultores, pintores, actores, e incluso familias que juntan pesos por peso para poder comprarse ese espacio. No son del estilo yuppies, como muchos se creen, que lo compran por moda o por inversión. Hay gente que de chica tuvo casa con patio perro y jardín al fondo y que, golpeada por la crisis, tuvo que mudarse a un departamento alienante".
"Hoy, con un dólar quieto y estabilidad de por medio -continúa- está ahorrando para volver a vivir un poco más libre. Lo mío es un negocio pero yo también pienso en lo social. A mí, particularmente, no me gustan esos lujosísimos galpones, que, en definitiva, terminan pareciéndose en casi todo a piso de la calle "Arroyo", señala Giesso previendo los comentarios en contrario que harán algunos de sus colegas.
Producto exclusivo:
Actualmente, difícilmente algún transeúnte desconozca lo que es un loft, sin embargo, a pesar de cómo se popularizó su significado, estos depósitos nunca podrán ser masivos, su valor, las condiciones para su desarrollo y la estructura de la ciudad de Buenos Aires, no lo permitirían.
En Nueva York, Londres o París, quien detecta un edificio apto para ser recuperado obtiene caso automáticamente un crédito blando por el 90 por ciento del valor agregado que resulte necesario para reciclarlo. Difícilmente aquí alguien encuentre un banco que le preste dinero en esas condiciones y para ese fin.
Además, las ciudades no son iguales. Resulta cada vez más difícil encontrar edificios reciclables o depósitos bien ubicados. Giesso, eterno defensor de la zona de Barracas y San Telmo, no descarta la posibilidad de llevar a los hechos de hacer de esos barrios un enorme complejo de lofts y unidades de ese estilo. En ese sentido, Ivan de Achaval, de Achaval-Cornejo, comentó que el puerto también pasará a ser una zona de muy alto nivel, donde estos almacenes y galpones ocuparán un lugar central junto a lujosísimas oficinas.
No apto para ansiosos:
Una de las estrategias más utilizadas para levantar un loft es la asociación en el riesgo o el tan popular join-venture. Una vez que se ubica el edificio, se intenta incluir al dueño en el negocio. El pone el inmueble y el estudio se encarga del reciclaje y de ponerlo a la venta, o en su defecto, darlo a una inmobiliaria. "Dejarlo a nuevo puede demandar un año y en ese período tanto el propietario como el estudio podemos ganar un ciento por ciento", declara Giesso.
El propietario logra así vender un edificio "clavo" que no solo lo podía vender, sinó que además le generaba gastos -servicios públicos, impuestos etcétera- y el riesgo de que alguna familia, al verlo abandonado, lo ocupe ilegalmente. Si bien el metro cuadrado se ubica entre los 200 y los 1.300 dólares, el precio final, por la escasez de oferta y tratarse de un producto de características muy especiales, lo fija el mercado.
Por la limitada disponibilidad del mercado y la creciente demanda, este mercado se caracteriza por la venta y no por el alquiler, como sucede con otros productos inmobiliarios. En general, el negocio no es apto para ansiosos. El período de remodelación suele ser considerable y el que va de la venta a la escrituración o entrega es, en promedio, de un año.
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